UN ESCLARECEDOR RELATO SOBRE VILCAPUGIO Y AYOHUMA (19/12/1813)

TOMÁS MANUEL DE ANCHORENA, testigo de la desgraciada jornada vivida por las armas de la patria en Vilcapugio y Ayohuma, dejó para la historia, un esclarecedor relato de lo allí sucedido.

DE ANCHORENA tenía a su cargo la representación de la casa de comercio que su familia manejaba en Buenos Aires. Hombre de gran preparación, aceptó el ofrecimiento de MANUEL BELGRANO  y actuó eficazmente como Secretario suyo en la campaña militar que terminó en Ayohuma.

En el Archivo General de la Nación se conserva el acervo familiar donado por sus descendientes  y hay una documentación riquísima.

De ella hemos tomado esta carta, presumiblemente inédita, en la que relata a su hermano NICOLÁS sus experiencias como espectador durante el combate de Ayohuma.

Jujuy, 19 de diciembre de,1813.
«Estimado Nicolás:
Hace días que llegué a ésta a hacerme ropa, pues toda la que tenia, a excepción de la puesta, me la perdió MANUEL RUÍZ, el oficial conductor de los caudales, que es uno de los infinitos pavetas (quizás quiso decir pavotes),  a quienes mantiene la Patria en el ejército».

«El general Belgrano  se mantiene en Humahuaca hasta que llegue el Comandante ARÁOZ DE LAMADRID, que salió de Chuquisaca, vino por  Tarija  y estaba ya en la Cueva,  trayendo alguna gente reunida, caudales. municiones, cañones y otros pertrechos de guerra que el Presidente de Charcas y oficiales, respectivamente, encargados de  su conducción,  habían dejado abandonados en diferentes partes para huir»

«Ha sido un escándalo la cobardía y atolondramiento de estos indecentes que sólo sirven para  intrigar, visitar estrados, robar y lucir sus personas a  costa del Estado».

«Se han perdido las dos acciones de Vilcapugio y Ayohuma  por la cobardía de los jefes y oficiales. La premura del tiempo no me permite el describirte pormenorizadamente cómo fueron las dos acciones,  informando con verdad y exactitud de ellas, pero lo que te puedo decir,  es que en la segunda acción,  se veían muchos jefes de regimiento que se escondían tras las lomas, por temor a las balas».

«Muchísimos  de ellos, se rendían de barriga en el suelo, mientras que la tropa, habiendo avanzado a la bayoneta, volvía  la cara diez y veinte veces del enemigo, porque no habiendo un oficial que les dijese a los soldados que avancen, comenzaron a abrirse claros en la línea, por lo que se desordenaron y asustaron como era de esperar».

«Los oficiales atribuyeron este acontecimiento a la existencia de una zanja que  estaba por  medio paralela con la línea, pero esto es falso,  porque la zanja del mismo modo le dificultaba  al enemigo como a los nuestros, y por otra parte, esa zanja no era continua, sino que era transitable por diferentes partes».

«La verdad es que como los oficiales  buscaban puentes para su seguridad,  no había quién ordenase la evolución que era necesaria para pasar esa zanja y volver a desplegarse  en batalla,  cargando sobre el enemigo».

«Has de advertir que esta zancadilla vino después de otro desconcierto capital, que fue el de haberse dejado flanquear el jefe del ala derecha por la infantería enemiga, no habiendo cumplido con la orden que se le dio por conducto de DÍAZ VÉLEZ,. Quien asegura que se la comunicó».

«Si esto fue cierto, como debemos creerlo, otro jefe ha pagado bien su inobediencia o torpeza, pues murió en la acción.  Sin embargo,  de todo esto, todos esos cobardes, están empeñados en acriminar a BELGRANO, para encubrir su cobardía, y por ver si lo separan del mando, para que de este modo,  todo se reduzca a cuentos y  ellos queden en los empleos, y su delito impune».

·Es de admirar cómo en la retirada desde Potosí, BELGRANO no se ha enloquecido o muerto, al ver la cobardía, des­fallecimiento y abandono de todos indistintamente».

«Diaria­mente se venían desertando de a 5, de a 10 y de a quince, porque el general  no podía conseguir que los oficiales no dejasen pasar a nadie adelante, ni quedarse atrás.

En vano fue poner una guardia a vanguardia y otra a retaguardia, porque de noche ponían los centinelas y no se acordaban de recorrerlas,  ni mudarlas en toda la noche, de modo que éstas se desertaban y recién al día siguiente las echaban de menos·.

«Desde la localidad de Caysa, Belgrano comisionó a un coronel para que con cerca de cien hombres,  condujese, por delante de la artillería, fusiles y municiones, y en todo el camino veníamos encontrando cargas que dejaba tiradas, sin dar un solo parte, para que las recogiésemos o le proporcionásemos mulas,  si era que las abandonaban  por falta de ellas».

«El conductor de caudales que traería como unas cincuenta cargas con setenta y tantos hombres de escolta, ha perdido cuatro cargas y así, por este tenor,  han andado todas las cosas a cargo de los señores oficialitos, sin embargo de que el enemigo no nos ha perseguido, y después de esto, dale y más dale que los han sacrificado: a toda la tropa que era excelente y a las Provincias en general, porque sólo son valientes con los inermes e infelices paisanos a quienes como por costumbre,  los tratan como a sus esclavos».

«En este correo no he recibido carta tuya, sin duda porque el paquete de Potosí se quedó en Salta. Te repito que suspendas las compras que te habla ordenado, y que todo el dinero lo reduzcas a oro y obres en orden a la seguridad de mis Intereses según te tengo prevenido».

«Mi madre y Juan José,  que tengan ésta por suya. Expre­siones a los parientes y amigos. Manda tu afectísimo hermano. Thomás» (ver El Ejército del Norte. Segunda Campaña)..

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