PREMIOS POR ACCIONES DURANTE LAS CAMPAÑAS AL DESIERTO (20/07/1830)

El 23 de julio de 1830, el gobierno de la provincia de Buenos Aires, por decreto firmado por JUAN MANUEL DE ROSAS esa fecha, dispuso la concesión de premios a los vencedores en la batalla del Salado contra los indígenas.

El 10 de abril de 1830, una fuerza punitiva que había sido enviada por JUAN MANUEL DE ROSAS a cargo del coronel ÁNGEL PACHECO, derrotó a los aborígenes en la batalla del Salado, a orillas del río del mismo nombre, «restituyendo a los habitantes de la campaña, la confianza y tranquilidad que era perturbada por !as frecuentes incursiones que sufría».

Los premios consistían en una medalla de oro para Pacheco y de plata para los oficiales, que debían usar pendientes de una cinta punzó al lado izquierdo del pecho. Los sargentos, cabos y tropa, fueron premiados con un escudo de forma oval de metal amarillo o latón que debían coser en el brazo izquierdo.

Ambos elementos llevaban inscripta la leyenda: «A los vencedores sobre el Salado el 10 de abril de 1830», encerrada dentro de una palma y un laurel.

Todas estas piezas se acuñaron en el balancín del Banco Nacional, conservándose actualmente los cuños en el Museo Histórico del Banco de la Provincia.

Premios al finalizar la campaña de ROSAS al desierto
En 1833, Rosas encabezó una nueva campaña contra los aborígenes y para ello, dividió sus fuerzas, asignándole el mando de una de sus divisiones al general Pacheco y fue éste, quien tiene el honor de culminar la campaña, ocupando la isla de Choele-Choel y enarbolando por primera vez el pabellón nacional, en la confluencia de los ríos Neuquén y Limay, pleno centro de la actividad «maloquera» de los indígenas rebelados..

Los expedicionarios que participaron en esta acción, tuvieron su premio por decreto firmado el 6 de mayo de 1834 por JUAN JOSÉ VIAMONTE, ministro de Rosas.

Por este documento se les confería el uso de medallas de oro, plata y latón para los generales, jefes y oficiales y para los sargentos, cabos y soldados, respectivamente. A estos últimos se les otorgó, además, un diploma que los autorizaba al uso de ese distintivo. Pero no sólo en medallas consistió el premio:

Rosas recibió en donación la isla de Choele Choel y desde el día en que se inició la campaña, comenzó a computársele a los expedicionarios, tiempo doble por cada año de servicio para los ascensos, reformas, premios o retiros y la tropa recibió además un año de sueldo.

La medalla otorgada por esta expedición llevaba en un único campo, un Escudo Argentino, rodeado por una guirnalda de laureles y palma, con la siguiente leyenda circular: «La provincia de Buenos Ayres al patriotismo y al valor». Esta medalla se debía usar, como siempre, pendiente de una cinta roja sobre el pecho .

Acuñada en los talleres de la Casa de Moneda, dependiente del Banco Nacional, su reverso es completamente liso. Por su parte, la Sala de Representantes otorgó al general Rosas, como premio por esta campaña, una espada guarnecida de oro con las armas de la provincia y la inscripción: «La provincia de Buenos Ayres grata a los servicios de su ilustre defensor, brigadier general Don Juan Manuel de Rosas».

 Además de ello se le otorgó una medalla de oro en forma de sol, guarnecida por un círculo de brillantes, para ser colocada pendiente del cuello, grabándose en el campo la leyenda: «La expedición a los desiertos del sud del año 33, engrandeció la provincia y aseguró sus propiedades».

Esta condecoración la usó Rosas con una banda de seda escarlata cruzada del hombro derecho hacia el costado izquierdo que ha sido abundantemente difundida a través de su importante iconografía.

Recordemos también que muchos de los que participaron en las distintas Campañas que se realizaron al Desierto, en compensación de penurias y pérdidas sufridas, recibieron tierras ubicadas al sur de la frontera meridional de Buenos Aires y que esas adjudicaciones derivaron luego, en múltiples controversias y juicios interminables.

En efecto, muchos fueron los reclamos, generalmente infundados, presentados por quienes, si haber participado realmente en esas gestas, pretendían un premio que no merecían; muchos habían hecho abandono de las parcelas que se les había adjudicado y fueron innumerables las fallas detectadas en las mensuras realizadas.

Tal situación provocó que en 1928 se creara la «Oficina de Tierras y Colonias», con el objeto de poner orden en ese caos. Ubicada en aquellos territorios, ocupaba un edificio construído en madera, que fue un claro exponente de la arquitectura de aquella época en la zona, por lo que más tarde, fue declarado Monumento Histórico Nacional (ver Campaña al desierto de Juan Manuel de Rosas).

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