MODAS (1826)

El viajero francés ALCIDES D’ ORBIGNY visita la ciudad de Buenos Aires y sorprendido por las modas que ve, así lo describe:

«Ya no hay mantillas. En el día, el cuerpo a lo María Estuardo, vestido de raso de color rosa, guarnecido de flores: mangas henchidas en «gigots», collar y el inseparable abanico… ¡El abanico!.

«Especie de cetro que jamás abandona una porteña; talismán cuyo poderío tal vez aún no sospechen nuestras señoras francesas: y el más lindo piececillo del mundo, oprimido por unas medias de seda blancas y un zapato de la misma tela, modelado en las dos zapaterías más famosas de las dos capitales de la civilización europea».

«Un adorno especial, siempre hará que se distinga una porteña del resto de las mujeres del mundo: un adorno que atienden como a la vida y casi me atrevo a decir más que a ella misma. Es una inmensa peineta que parece un gran abanico convexo, más o menos precioso y más o menos adornado, según el rango y bienes. Está con ella en todas las ocasiones» (ver Peinetas y peinetones en Buenos Aires).

«¿La señora porteña va a la iglesia?. La peineta cubierta con una gasa negra y un velo del mismo color, con el que se cubre la espalda, el pecho y brazos. ¿Va la porteña de paseo?. La peineta también va con ella y además, un velo grande de blonda bordada con las mangas del vestido abiertas y colgando, brazaletes y el pañuelo en la mano».

«Su traje de verano es la peineta, con cofia, corto vestido blanco, chal y pañuelo amarillo. En invierno, también la peineta es una de estas modas y junto al velo de color rosa, una rica cachemira blanca que cubre todo el talle, un pañuelo de cualquier color y altos borceguíes…» (ver Recuerdos, usos y costumbre en el Buenos Aires de antaño).

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