LOS ARGENTINOS SOMOS TRISTES. QUIÉN LO DIJO?

Así nos calificó en 1925, un renombrado filósofo alemán y desde entonces, una duda surge siempre que buscamos la realidad de nuestro ser en nuestra historia, la vida de nuestros ancestros y el trasfondo existencial que define nuestras actitudes, emociones y sentimientos.

Es que, desde el escenario del Teatro Opera de Buenos Aires, tan lleno de viejos recuerdos, el fundador, en Darmstadt, de la “Escuela de la Sabiduría Libre”, el conde HERMANN GRAF VON KEYSERLING (1880/1946),  proclama su especial concepto filosófico, definiendo la forma de ser de los argentinos.

Comienza diciendo que estima que toda nuestra vida colectiva se funda en bases sentimentales: la amistad, la solidaridad de clases. Que nuestro porvenir es claro y que somos los herederos de la cultura humanista de la civilización clásica”, palabras que son recibidas con fuertes aplausos que parten de una platea colmada con un  un público de intelectualectuales argentinos que han acudido a escucharlo.

A pesar de ser de origen alemán, el conde KEYSERLING, no es la imagen de un germano la que evoca su presencia. Es un hombre de elevada estatura, ojos rasgados v pómulos prominentes. Su francés  no tiene el menor acento sajón.

Sus  ademanes, metal de voz y vivacidad de expresión, no se condicen con el esquema mental inalterable que uno puede formarse de la biotipología de un sabio alemán. Más bien parece un eslavo de tipo asiático. Una franca simpatía emana de su personalidad y cada vez que habla, desde la platea parten repetidos y amables aplausos.

Pero de pronto, recorre el auditorio un sacudimiento de sorpresa, que rápidamente se transforma en franca desilusión. Quizás, porque quienes escuchan, han olvidado que un filósofo moderno es, por sobre todo, un ente absolutamente pragmático y ajeno a toda consideración de lo abstracto o dogmático.

 “A la inversa de los alquimistas, precursores de la química, que mezclaban diversos filtros, sin haber llegado jamás a hallar la piedra filosofal que buscaban con ellos (escuchan que dice KEYSERLING sus pasmados oyentes), “un filósofo moderno lo consigue, mezclando un poco de la tristeza característica de los argentinos con la ausencia de creaciones que descubre en el siglo XX y  con otros ingredientes más, para dar recetas universales para el futuro de cada nación”.

El señor KEYSERLING sigue exponiendo y desarrolla ante un atónito público, el panorama de los tiempos por venir y ya nunca, nadie podrá sacarnos de encima eso de que somos tristes, algo que jamás le será perdonado.

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