LA REVOLUCIÓN DE 1890 (26/07/1890)

Revolución cívico-militar, también conocida como «la revolución del Parque», que causó la renuncia del presidente MIGUEL JUÁREZ CELMAN en julio-agosto de 1890.

Impulsada por razones políticas y económicas, la revolución fue encabezada por dirigentes de la Unión Cívica que fueron apoyados por algunos clérigos, aún furiosos con la legislación secular de la década de 1880 , por elementos militares, dirigidos por el general MANUEL J. CAMPOS y gran parte de la marina.

En 1890, el gobierno de Juárez Celman tenía problemas políticos, económicos y sociales. La formación del “Unicato” (q.v.) había unido a la oligarquía de los estancieros en un solo grupo político que controlaba el gobierno y comenzaron a surgir protestas de los grupos excluidos y disidentes, incluyendo integrantes de la vieja elite de Buenos Aires, miembros de otros partidos políticos, profesionales y comerciantes de la clase media, jóvenes e inmigrantes.

En 1889 los jóvenes habían formado la Unión Cívica de la Juventud bajo la dirección de ARISTÓBULO DEL VALLE y LEANDRO N. ALEM y luego, en abril 1890, con el apoyo de Bartolomé Mitre, la transformaron en la Unión Cívica (q.v.) y comenzaron a planear una revolución para obligar al gobierno a instituir el sufragio universal, la honestidad en la política y el gobierno, y menor intervención federal en los asuntos provinciales y municipales.

Consideraban que en cuanto a la economía, el gobierno de Juárez Celman estaba llevando a la nación a una crisis. Más de diez años de creciente comercio y desarrollo económico, de auge financiero y de enormes ganancias, habían incentivado la especulación, aumentando de manera irresponsable la deuda pública para cumplir con los grandes programas de obras públicas, incluyendo puentes, edificios públicos, diques, puertos, parques, etc..

La balanza comercial se tornó cada vez menos favorable y la inflación, bienvenida por los estancieros y otros conectados con la agricultura y la ganadería, resultó totalmente desfavorable para la mayoría de la gente y la creciente emisión de papel moneda, casi siempre secreta, empeoró la situación.

Por lo tanto, razones políticas y económicas impulsaron esta revolución encabezada por dirigentes de la Unión Cívica y que fue apoyada por algunos clérigos, aún furiosos con la legislación secular de la década de 1880 , por elementos militares, dirigidos por el general MANUEL J. CAMPOS y gran parte de la marina. La junta revolucionaria nacional estaba integrada por LEANDRO N. ALEM, ARISTÓBULO DEL VALLE, MARIANO DEMARÍA, LUCIO V. LÓPEZ, JUAN JOSÉ ROMERO y MIGUEL GOYENA.

Planes para derrocar al Presidente  JUAREZ CELMAN.
Luego de que se creara la “Unión Cívica”, LEANDRO N. ALEM y sus aliados, decidieron formar una “Junta Revolucionaria” que llevara a cabo un plan que lograra derrocar al Presidente JUAREZ CELMAN y a estos efectos, inició una serie de contactos con  los dirigentes políticos opositores y sectores de las fuerzas armadas descontentos con el roquismo, mientras que un grupo de oficiales jóvenes de las fuerzas amadas, simpatizantes de la Unión Cívica y conocidos como “la logia de los 33 oficiales”, decidían dar su apoyo.

Eran sus líderes el capitán JOSÉ M. CASTRO SUMBLAD, capitán DIEGO LAMAS, el teniente TOMÁS VALLÉE y el subteniente JOSÉ FÉLIX URIBURU, este último 40 años más tarde encabezaría el golpe de estado que derrocó al Presidente  HIPÓLITO YRIGOYEN.

Esta logia militar le aseguró a ALEM el apoyo del 1º de Infantería, el 1º de Artillería, el 5º de Infantería, el batallón de ingenieros, una compañía del 4º de infantería y un grupo de cadetes del Colegio Militar. Simultáneamente ALEM se puso en contacto con los oficiales de la marina de guerra, encabezados por los tenientes de navío RAMÓN LIRA y EDUARDO O’CONNOR, y poco después contaba con el apoyo de toda la flota .

Siguió sus gestiones y a los pocos días, obtuvo para la revolución el apoyo del general de brigada DOMINGO VIEJOBUENO, jefe del Parque de Artillería, ubicado en la Plaza Lavalle, a poco menos de mil metros de la Casa Rosada.

El 29 de mayo de 1890, EL Senador  ARISTÓBULO DEL VALLE, denunció en el Congreso que el gobierno estaba realizando emisiones de moneda clandestinas, señalando que era la causa principal de la gravedad que había alcanzado la crisis (ver “Falsificaciones y falsificadores” en Crónicas). La denuncia de del Valle tuvo un gran impacto en la opinión pública y se mantendría durante los meses siguientes profundizando el desprestigio del gobierno.

En junio de 1890, mientras el gobierno entraba en cesación de pagos de la deuda contraída con la casa  Baring Brothers, la Junta Revolucionaria quedó integrada por LEANDRO N. ALEM, ARISTÓBULO DEL VALLE, MARIANO DEMARÍA, JUAN JOSÉ ROMERO, MANUEL OCAMPO, MIGUEL GOYENA, LUCIO V. LÓPEZ, JOSÉ MARÍA CANTILO, HIPÓLITO YRIGOYEN, los generales MANUEL J. CAMPOS, DOMINGO VIEJO BUENO, los coroneles JULIO FIGUEROA y MARTÍN YRIGOYEN y el comandante JOAQUÍN MONTAÑA

Esta llamada “Junta Revolucionaria”, debió  cambiar  tres veces sus planes para llevar a cabo su cometido y a raíz  del criterio, no compartido por todos, de que no debería haber derramamiento de sangre durante el golpe, se vieron obligados  a idear  un plan que impidiera toda forma de resistencia, obviando el empleo de las armas. Decidieron entonces apelar al factor sorpresa y realizar una operación relámpago que bloqueara rápidamente, la acción de los altos mandos, leales al gobierno.

Primer plan
La Junta, por mayoría, optó por que el golpe se dé a la luz del día, apresándose al presidente, vicepresidente, y a los generales ROCA y LEVALLE.

Una ruidosa interpelación de ARISTÓBULO DEL VALLE en el Senado, que provocaría la segura presencia de Pellegrini y de Roca en el recinto y la del presidente en la Casa de Gobierno, fijaría en un lugar determinado,  a los principales personajes que se debería detener.

Mientras tanto, civiles involucrados en el movimiento, deberían ocupar discretamente las galerías del Congreso y la Plaza de Mayo. Los batallones de línea comprometidos en la revuelta,  debían marchar  hacia ella, donde se reunirían con la Junta y el general Campos, jefe militar que las comandará.

A continuación, grupos de civiles debían asaltar al mismo tiempo la Casa de Gobierno y el Congreso, apresando a los miembros del Ejecutivo y del Legislativo, mientras las campanas del Cabildo convocan al pueblo.

Para el cumplimiento de este proyecto fueron  alquiladas viviendas y edificios en puntos clave, cercanos a la Plaza de Mayo. Los grupos armados iban a ser conducidos por el coronel MORALES, el comandante MONTAÑA y el mayor VÁZQUEZ. La Casa Rosada iba a ser atacada por grupos de civiles, al mando de MIGUEL GOYENA y el ataque al Congreso,  sería dirigido por MARIANO DEMARÍA.

En este plan la participación castrense era meramente pasiva; debía cuidar que el pueblo se haga justicia por sí, sin comprometer, en lo posible, a las fuerzas armadas en actos de violencia. Finalmente, este proyecto fue desechado por oponérsele los militares,  que consideraban muy difícil que las unidades pudieran ser sublevadas en pleno día.

El segundo plan
El segundo plan revolucionario  no fue aceptado en principio, nuevamente por los oficiales involucrados, argumentando que sería muy dificultoso sacar a los regimientos de los cuarteles a hora tan temprana.

Consistía en apoderarse de todo el sector representativo del régimen gobernante durante una función de gala, que se iba a realizar con motivo de las fiestas julias.

A las 21 horas del día del estallido revolucionario,  serían asaltados por partidas de civiles, los dos Teatros donde se iban a realizar esos festejos,  mientras que simultáneamente, las tropas adictas rodearían esos edificios como acto intimidatorio. Se alquilaron casas cercanas a los teatros de la Opera y Politeama y según el líder del movimiento, LEANDRO N. ALEM, la acción se desarrollaría “aunque se desmayen las señoras…».

Tercer plan.
Que será el definitivo.  Habiendo considerado unánimemente los revolucionarios, que este tercer plan era de ejecución posible, se señala como fecha del estallido el 26 de julio a partir y a partir  del 17 de julio, se abocaron de inmediato a su preparación, decidiendo finalmente que el 26 de julio a las 4 de la mañana, las unidades comprometidas en el golpe debían salir de sus cuarteles para dirigirse hacia el Parque de Artillería (cuyo jefe, el general DOMINGO VIEJOBUENO se había sumado al movimiento) y allí se reunirían con los grupos de civiles complotados y con la Junta Revolucionaria, que se instalará en ese lugar para dirigir las acciones.

El batallón 1º de Línea, a las órdenes del comandante MONTAÑA, debía salir de su cuartel de Retiro y en su marcha deberá ocupar la Comisaría situada en la calle Suipacha, entre Santa Fe y Arenales.

El batallón Nº 5, apoyado por civiles, se encaminará directamente a su punto de destino;  el batallón  Nº 9,  entrará en Palermo por la avenida Sarmiento, y allí habiéndosele incorporado los efectivos del Colegio Militar y del 1º de Artillería, marcharán todos hacia el Parque de Artillería.

Después de la concentración de todas las fuerzas en ese lugar, se organizarán dos columnas: una,  para atacar al Cuartel Central de Policía y otra para batir a los cuerpos que se mantuvieran leales al gobierno.

Simultáneamente, con estos movimientos, la flota  deberá entrar en acción a una señal que se le dará desde el Parque de Artillería, por medio de globos y su misión será bombardear la Casa de Gobierno y el cuartel de Retiro, con el fin de evitar que las tropas del gobierno pudieran reunirse, y obligarlas a rendirse mediante un ataque combinado por tierra y agua.

Al mismo tiempo, grupos de milicianos debían tomar prisioneros al presidente JUÁREZ CELMAN, al vicepresidente CARLOS PELLEGRINI, al ministro de Guerra general LEVALLE, y al presidente del senado JULIO A. ROCA, y cortar las vías de ferrocarril y telegráficas.

El papel marginal asignado a los milicianos fue resistido por ALEM, quien pretendía imprimirle a la revolución un fuerte carácter civil, pero finalmente se impuso la opinión de los jefes militares. Posesionados de la Capital de la República, inmediatamente se enviarán efectivos a  Córdoba y a Rosario, para apoyar los movimientos revolucionarios que sin duda, ante lo sucedido en la Capital, se repetirán en esas provincias.

En esa misma reunión el general CAMPOS informó que el Regimiento 11º de Caballería, conducido por el teniente coronel  PALMA, se sumaba a la revolución. La comunicación tuvo un enorme efecto entre los revolucionarios, pues esta unidad era una de las más leales al gobierno. Sin embargo, como se vio después, se trataba de una trampa.

Al día siguiente el viernes, 18 de julio, el jefe militar de la revolución, general MANUEL J. CAMPOS, y otros jefes militares como FIGUEROA, CASARIEGO y GARAITA, fueron detenidos por el gobierno acusados de conspiración y de ese modo,  la revolución parecía haber abortada.

En los días posteriores a la detención del General CAMPOS, sucedieron dos hechos que han sido muy discutidos, y que desde un comienzo han estado relacionados con lo que ha dado en llamarse «el secreto de la Revolución del 90».

En primer lugar, el sumario para investigar la conspiración fue asignado a un militar simpatizante de la Unión Cívica, razón por la cual los detalles esenciales nunca fueron bien conocidos por el gobierno. En segundo lugar, el general JULIO A. ROCA, mantuvo una reunión secreta con el general CAMPOS en su lugar de detención, sobre cuyo contenido no hay testimonios directos.

Adicionalmente, durante su detención, el general CAMPOS convenció a los jefes del 10º Batallón de Infantería, donde estaba detenido, de pasarse a la revolución.

Todos los historiadores han destacado estos aspectos misteriosos de la Revolución del 90, y han mencionado la posibilidad de un acuerdo entre los generales CAMPOS y ROCA, así como un plan secreto de este último para utilizar la revolución en su propio provecho.

El miércoles 23 de julio el general CAMPOS le hace llegar a  ALEM un mensaje, diciéndole que había que continuar con la insurrección y  que él se encontraba en condiciones de salir el día que se eligiera para el levantamiento.

En vista de esta nueva situación, e l25 de julio, la Junta Revolucionaria resolvió relanzar el movimiento el día siguiente, a las 4:00. En esa reunión se decidió también que LEANDRO ALEM asumiría como presidente provisional y se estableció quienes serían los ministros y el jefe de policía. Finalmente se aprobó el “Manifiesto Revolucionario” que se difundiría y que fue redactado por LUCIO V. LÓPEZ y ARISTÓBULO DEL VALLE.

Estalla la revolución.
La Asamblea del Frontón Buenos Aires (13/04/1890) que comenzó a tener un efecto decisivo en la ciudadanía y la manifestación pública de CÀRCANO, PELLEGRINI y ROCA rechazando terminantemente su precandidatura a la presidencia, fueron factores determinantes en la decisión de los revolucionarios.

Por su parte, JUÁREZ CELMAN renovó su Gabinete ministerial para reconquistar la confianza del público, pero nada pudo impedir que en la madrugada del 26 de julio, alentados por el apoyo que se vislumbraba que obtendrían con la incorporación de efectivos de la guarnición de Buenos Aires que se habían mostrado indecisos, se lanzaron hacia la Plaza de Mayo.

El General CAMPOS con un grupo de civiles armados ocupó el Parque de Artillería, donde actualmente se levanta el edificio de los Tribunales, frente a la Plaza Lavalle, mientras que la flota, anclada en el puerto al mando del Teniente de Navío EDUARDO O’CONNOR se sumaba a la sublevación.

El Gobierno dispuso resistir y estableció su cuartel general en el Retiro y JUÁREZ CELMAN partió en tren hacia Rosario, mientras el Vicepresidente, PELLEGRINI y el Ministro de Guerra, General LEVALLE, se hacían cargo de la lucha en la Capital.

Por razones no muy claras, los revolucionarios permitieron que el gobierno los obligara a estar a la defensiva y no avanzaron desde las posiciones que habían tomado, circunstancia que aprovecharon las tropas del Gobierno, reforzadas con efectivos llegados desde el interior, para iniciar el ataque.

Así comenzó una lucha que duró dos días y después de dos días de combate, sin municiones y viendo que la mayoría de las tropas se mantenían fieles al gobierno, los rebeldes pidieron un armisticio y se los recibió, con la promesa de una completa amnistía.

La revolución había fracasado desde el punto de vista militar, pero el ambiente de intranquilidad que se siguió viviendo, presagiaba nuevos sucesos. El Congreso, que se mantenía leal Al Presidente, no celebró el triunfo y en el recinto de sesiones, el Senador MANUEL PIZARRO dijo: “La revolución ha sido vencida, pero el gobierno está muerto”.

Sin apoyo parlamentario ni popular, el presidente JUÁREZ CELMAN presentó su renuncia y el Congreso la aceptó el 6 de agosto, nombrando al Vicepresidente CARLOS PELLEGRINI para que ocupara su cargo (ver Revoluciones, motines y sublevaciones).

Una carta de Carlos Pellegrini a días de la revolución
El 22 de julio de 1890, cuatro días antes de estallar la re­volución, el vicepresidente CARIOS PELLEGRINI, en carta dirigida a MIGUEL CANÉ (padre), juzgaba del siguiente modo la situación político-militar:

«La situación aquí no es sólo difícil y dolorosa, es sobre todo, oscura. Hay una tormenta en la atmósfera que nadie sabe cómo ni dónde descar­gará».

«Ya conocerás bien las cosas pasadas y cómo en un mo­mento crítico, conseguí detener los sucesos, matando la candidatura de CÁRCANO al precio de la de Roca y de la mía».

«Pero nos equivocamos: no la habíamos muerto, sino simplemente atontado con el golpe y en los últimos tiempos, comenzó nuevamente a levantarse y estaba a punto de ser proclamada públicamente, lo que hubiese sido el toque de dispersión y enseguida el caos, de lo que hubiera salido sabe Dios qué».

«Le he llevado un segundo ataque y esta vez parece de­finitivamente enterrada. Hemos convenido en celebrar una Convención, el año próximo, bajo la base de la exclusión de nuestras tres candidaturas. La idea ha sido aceptada por todos».

«Hace tres días de esto y los “carcanistas” ya andan buscando un nuevo candidato. Le han hecho proposiciones ¿a quién creerás?. ¡A Roque!. Es tan ilógico que la cosa se hace posible en los tiempos que corren. ¡Los ultra cordobeses levantando a un ultra porteño!. Seria sí resultado más lógico del desbarajuste actual».

«Los cívicos y los no cívicos desearían que hiciera una de “populus barbarus”, con ribetes de traición y les sacara .a todos las castañas del fuego».

«No sólo la política, la situación comercial es tremenda; ayer cerró el oro a 317 rumbo a 400. A estos tipos no hay vida posible; todo adquiere precios fantásticos y como nadie gana nada, salvo los estancieros que no especularon. Para la inmensa mayoría va siendo un problema el pan del día siguiente».

«JUÁREZ (Juárez Celman, el Presidente), siente que la situación es difícil, sobre todo molesta, pero no se da cuenta de toda la gravedad. Cree que todo el interior está sólido e inconmovible y para mí, está todo minado por el mismo malestar».

«La llamada conspiración militar de estos días ha alarmado mucho, sin tener mayor importancia; si veo que es grave como síntoma. Parece que MANUEL CAMPOS, que hace tiempo hablaba en todas partes incendios contra Juárez, lo que no es de extrañar porque es de carácter apasionado y excesivo, vio a algunos jefes al mando de fuerzas, proponiéndoles un motín».

«Los hablados dieron cuenta de esto y hoy está con centinelas a la vista y enjuiciado. Será muy difícil minar al Ejército, salvo que iniciaran el movimiento generales con mucha autoridad, con los que no cuenta la Unión Cívica. Levalle en el Mínisterio de la Guerra los tiene en un puño».

En fin,  he conocido otras situacíones más peligrosas; el 74 y el 80, pero entonces todos sabían a qué atenerse: se iba a dar una batalla para ser vencedor o vencido. Hoy no se sabe lo que va a suceder en un sentido u otro. Entonces se peleaba a la luz del día, hoy es un entrevero a oscuras. Allá veremos ..’ (Rivero Astengo. Agustín.”Pellegrini”. Obra II, Continuación de ensayo biográfico. Carta de Pellegrini a Miguel Cané, 22-julio-1890).

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