LA HORA DEL RADICALISMO (12/10/1916)

Acaudillando a la pequeña burguesía de la clase media, HIPÓLITO YRIGOYEN, es elegido presidente de la Nación y ejercerá el cargo hasta el 12 de octubre de 1922.

Desde la conspiración había llegado hasta el vértice del poder político, en una época de complejos problemas económicos y sociales, agudizados por la guerra que se estaba librando en Europa.

La economía agropecuaria, tan comprometida con los intereses británicos, vio de pronta crecer junto a ella, una economía industrial, alentada por un discreto proteccionismo, y a una incipiente política petrolera, que traería a la zaga, el nacimiento del transporte automotor.

Aquella actitud independiente, ajena a la antigua adicción anglófila, se compaginaba bien con la neutralidad argentina frente a la contienda europea y con la valorización del «Día de la Raza», que reivindicaba la tradición hispanoamericana, tan vituperada por liberalismo. Yrigoyen gobernó dentro de las estrechas limitaciones impuestas por un Senado hostil, donde se había parapetado el antiguo «régimen» que se trataba de abolir.

Numerosas iniciativas del Poder Ejecutivo quedaron encarpetadas por esa oposición sistemática que el periodismo mayor secundaba implacablemente. Esto no obstante, dio una apertura comprensiva a las cuestiones sociales y a la reforma universitaria; inició la flota mercante, propugnó una nueva política ferroviaria independiente, defendió la tierra pública y alentó, en las relaciones exteriores, el respeto igualitario de todas las naciones.

No puede afirmarse con verdad que haya suprimido del todo el fraude y la violencia electoral, ni que haya sabido controlar los tumultos de la «Semana Trágica» o las represiones brutales contra los trabajadores rebeldes de la Patagonia.

Pero abrió una nueva era política, con un cálido sentido nacional, valorizando a la masa popular, como legítima protagonista de la democracia.

El «Peludo», como se lo motejaba a Yrigoyen, nunca cobró un sueldo del Estado y quienes quisieron descargar diatribas contra su gobierno, lo pudieron hacer con absoluta libertad de expresión (ver Presidencias de Hipólito Yrigoyen).

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