HOMBRES PÚBLICOS CON CUENTAS MUY CLARAS

«No todo es negro cuando se habla de políticos, aunque muchos de estos ejemplos, lamentablemente sólo pueden encontrarse en almanaques viejos».

DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO, por ejemplo fue el precursor de las declaraciones juradas de los funcionarios públicos. En su «Diario de gastos durante el viaje por Europa y América emprendido desde Valparaíso, el 28 de octubre de 1845” dio una lección de transparencia, con una rendición de cuentas que, para los códigos actuales de la política, suena increíble.

El viaje se lo pagó el gobierno chileno, para estudiar los sistemas educativos. Cada peso que gastó, lo anotó con todo detalle. En su diario, apuntó: cinco francos para visitar a San Martín el 25 de mayo de 1846, un Plano de París, hoteles, carruajes, boletos de tren, guías y propinas en los museos, entradas a conciertos y teatros, almuerzos, cenas, helados, refrescos y cigarros. Todo estaba puntillosamente anotado.

También anotó cafés, cerveza, tarjetas de visita, alquiler de un caballo pasearse por los alrededores de Ruán, periódicos, correos, paraguas, damascos, peras, un diccionario alemán, pago por la traducción de la primera parte del «Facundo», corbatas, guantes de seda, un sombrero, un gabán, un bastón. En un renglón puso: «Orgía, trece francos y medio».

El historiador GUSTAVO GABRIEL LEVENE elogió el trabajo de Sarmiento, al que atribuyó «la puntualizada anotación de la mejor ama de casa». El viaje duró tres años y cuando volvió a Santiago de Chile gastado más de los 3.000 pesos estipulados, pero cubrió el excedente escribiendo artículos periodísticos. Se puede hacer un cuadro de honor con actitudes parecidas a lo largo de la historia. MANUEL BELGRANO. Fue Secretario del Consulado antes de la Revolución de Mayo, miembro de la Primera Junta y Jefe del Ejército del Norte.

En 1820 llegó a Buenos desde el Norte, muy enfermo y sin un centavo. Había donado los 40.000 pesos ganados por méritos personales para abrir Bibliotecas y Escuelas públicas.

Para hacer el que sería su último viaje, tuvo que depender del préstamo de un amigo a quien le dijo que para pagarle esa deuda, dejaba establecido que podía cobrar los dineros que el estado le adeudaba por sueldos atrasados y a su médico, le dejó su reloj «porque quiero, de alguna manera, agradecerle sus servicios».

Durante la campaña del Ejército del Norte le escribió a MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES: «ni tiempo, ni suelas, ni cosa alguna tenemos. Todas son miserias, todo es pobreza».

SANTIAGO DERQUI fue constituyente en 1853, parlamentario y Presidente de la Nación. Cuando murió, su entierro, debió costearse mediante una colecta pública.

ANTONIO BERMEJO, durante 26 años fue ministro de la Corte Suprema de Justicia. «Ponía el mayor cuidado en materia de gastos. Nunca dejó la Sala de Acuerdos sin apagar la luz y baste saber que el único gasto superfluo de ese Tribunal, fue un poco de hielo para tener agua fresca», según lo consignó el diario La Prensa en una publicación de hace 40 años.

ALFREDO PALACIOS. Fue uno de los grandes líderes del socialismo criollo. Parlamentario y Embajador en el Uruguay. En 1956 viajó a Israel y escribió a un amigo: «Mi sueldo de embajador es de once mil dólares. Si no regreso, disponga usted lo siguiente: 4.000 dólares entrégueselos a mis hermanas. Lo demás devuélvalo a la Cancillería.

«No quiero hacer uso de ese dinero que me parece excesivo para un hombre de tan pocas necesidades». También escribió un diario de gastos al estilo de Sarmiento. ARTURO ILLIA. Presidente de la Nación entre 1963 y 1966. Fue el único que renunció a sus haberes como ex jefe de Estado. Cuando volvió a Córdoba, retomó el ejercicio de su profesión de Médico y se lo veía ir de un lado al otro, como pasajero en el transporte público (ver Paradigmas del pasado argentino).

Extraído de una nota firmada por Pablo Calvo. Si usted conoce otros casos como estos, mándenos los datos para incluirlos en esta lista de Honor.

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