FEDERALES Y UNITARIOS DESPUÉS DE CASEROS (1853)

La caída de JUAN MANUEL DE ROSAS no marcó el fin del largo y cruento enfrentamiento entre federales y unitarios. A partir de Caseros, sin embargo, se produjo un reagrupamiento en las filas de ambos bandos (ver Unitarios y Federales).

Muchos fervientes partidarios del gobernante derrocado, se enrolaron junto a antiguos unitarios decepcionados, en el campo del partido porteñista que, acaudillado en un primer momento por VALENTÍN ALSINA, pasó luego a ser dirigido por BARTOLOMÉ MITRE (ver Adhesiones cambiantes).

A su vez, el partido de JUSTO JOSÉ DE URQUIZA, o de la Confederación, además de la mayoría de los otrora federales, recibió el- apoyo de hombres que, en tiempos de la lucha contra ROSAS, habían militado en forma destacada en las filas del unitarismo.

La disyuntiva «federación o unitarismo», se transformó entonces en un enfrentamiento formal entre todos aquellos que «provincianos o porteños»,  buscaban la organización del país sobre la base de la igualdad de derechos de todas sus provincias y los que también provincianos y porteños, pretendían establecer una autoridad nacional que perpetuase el predominio de la clase dirigente porteña y por su intermedio, el de los grupos del interior autodenominados cultos.

Era, al fin de cuentas, el choque definitivo de la burguesía mercantil y de sectores de la burguesía terrateniente de Buenos Aires y de sus personeros provincianos, contra los pueblos del interior que, como lo venían haciendo desde el alzamiento artiguista de 1815, se resistían a aceptar el injusto predominio político, económico y social de la antigua capital de los virreyes.

JUAN BAUTISTA ALBERDI, otrora unitario y después de Caseros resuelto partidario de la Confederación, definió la naturaleza de esa lucha diciendo:

«Esta guerra es la misma que la de la revolución contra el sistema colonial español comenzada en 1810, la cual no está concluida ni cerrada todavía, porque está en pie la causa misma que la produjo, que fue la explotación de un vasto país por un centro metropolitano que vivía de sus recursos».

«El instinto de la vida hará que el país luche incesantemente por la reivindicación de sus medios de vivir la vida civilizada y confortable que merece por las condiciones de su rico y vasto suelo, hasta conseguirla».

Vencidas por las armas en Pavón, con sus propios elementos y recursos financieros, las provincias tuvieron que soportar la apariencia de unión, que el vencedor (Mitre) llamó «unión definitiva».

«No hay tal unión. El abismo que la impedía sigue abierto y no ha desaparecido de la vista, sino porque ha sido cubierto con papel pintado…».

Así, los que combaten al «mitrismo», después de Pavón retoman la denominación de «federales» y no vacilan en designar a los partidarios del presidente con el viejo calificativo de «salvajes unitarios», como los llamaba WALDINO URQUIZA en carta que dirige a RICARDO LÓPEZ JORDÁN (ver Buenos Aires y la Confederación).

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