EL GAUCHO URUGUAYO VISTO POR UN FRANCÉS (1834)

El Cónsul francés ante el gobierno de Montevideo, RAYMOND BARADËRE expresa sus opiniones acerca del gaucho uruguayo-

Lo hace en un informe que elevara a su gobierno en 1834, que contiene además dos dibujos acuartelados, obras del mismo Baradëre, que ilustran la figura y vestimenta del gaucho y las piezas que componían el recado.

«Se designa generalmente con el nombre de gaucho a esa parte de población de la campaña que sólo posee como propio su choza o rancho, su caballo y su silla o recado».

«Lo más a menudo no tiene absolutamente nada. Tal vez el gaucho sea el más independiente, el más libre y el hombre más feliz de todos los hombres. Es de una completa indiferencia por el porvenir y vive absolutamente al día. Sólo trabaja cuando ha agotado todos sus recursos para proveer a sus necesidades».

«Entonces se presenta en la primer estancia que encuentra en su camino y se instala allí en virtud del derecho ilimitado de la hospitalidad, que es costumbre en estas tierras, téngase o no necesidad de sus servicios».

«En tal caso trabaja sin salario (sólo por la comida), hasta que uno de sus camaradas suficientemente provisto de dinero para volver a emprender su vida ociosa, le cede su lugar y pasa a ser rentado».

«Después de algunos días de trabajo, hace otro tanto y va a reunirse con sus camaradas para seguir su camino errante. Su punto de reunión es por lo común una especie de taberna conocida en el país con el nombre de «pulpería».

Allí establecen su domicilio, pasan el tiempo bebiendo y cantando cielitos, acompañándose con la guitarra y jugando a las cartas. Cuando han gastado todo su dinero, el grupo se disuelve y cada uno emprende de nuevo el camino de las estancias. Pero es raro que tal separación se efectúe sin que tengan lugar numerosas riñas, peleas a cuchillo y sin que se derrame sangre».

«Los gauchos rara vez se casan, lo que no les impide que tengan mujeres. Si tienen hijos, es raro que los abandonen. En tal caso, construyen una choza o rancho en el primer terreno que encuentran, pero lo más cerca posible de una estancia, donde esperan encontrar trabajo».

«El gaucho así instalado es muy hospitalario. El mejor lugar de su rancho y el mejor trozo de su asado, son siempre para el huésped. Ël cuida su caballo y lo ata en el lugar donde el pasto es más abundante».

«Si se da cuenta que el caballo está cansado, le ofrece gustoso el suyo. Afecta el mayor desinterés y jamás acepta el precio de la hospitalidad que se ha recibido. Pero repito, por una extrañeza inexplicable, ha sucedido varias veces que ha desvalijado a su huésped, el puñal al cuello a sólo algunos centenares de pasos de su casa» (ver El gaucho rioplatense).

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