DUELO LÓPEZ-SARMIENTO (28/12/1894)

En la mañana del 28 de diciembre de 1894 el doctor LUCIO VICENTE LÓPEZ dejó su casa, sita en el 1852 de la avenida Callao, y tomó el camino de Belgrano para llegar al Hipódromo Nacional, ubicado sobre la actual avenida del Libertador, entre las calles Monroe y Congreso, en cuyas arenas caerá abatido por un certero disparo del coronel CARLOS DOMINGO SARMIENTO, con quien había concertado un duelo “a primera sangre”.

Quien años después sería gobernador de San Juan, distinguido militar y cabeza de un partido político, el coronel Carlos Sarmiento, fue uno de los protagonistas de este drama. LUCIO VICENTE LÓPEZ, nieto del autor del Himno Nacional, hijo de un historiador destacado y él mismo un escritor y hombre público de gran prestigio era el otro.

Ambos se enfrentaban como era costumbre en aquella época, entre los integrantes de la altas clases sociales, en un duelo para dirimir fuera de los estrados judiciales, las cuestiones que afectaban el honor de los involucrados.

Vicente López se desempeñaba como interventor de la provincia de Buenos Aires y se propuso investigar ciertos hechos que le habían sido denunciados como actos de corrupción y en tal tarea, dio con los documentos vinculados con la venta de unas tierras públicas, con las concesiones otorgadas para la explotación de ferrocarriles y gestiones bancarias poco claras.

Como resultado de sus investigaciones, denunció que la compra de un campo que estaba destinado al ensanche del municipio de Chacabuco, en la provincia de Buenos Aires, había sido efectuada a nombre de una sola persona, a pesar de que eso estaba taxativamente prohibido por Ley. Esa persona, resultó ser el coronel Carlos Domingo Sarmiento, Secretario privado del Ministro de Guerra, Luís María Campos, contra quien López promovió una denuncia penal.

Se produjo entonces un gran escándalo potenciado por importantes editoriales y notas periodísticas que conmocionaron a la ciudadanía, que vio con asombro, que el coronel Sarmiento era detenido y enviado a prisión.

Estuvo preso durante tres meses alojado en el Departamento de Policía de la provincia de Buenos Aires hasta que fue absuelto de los cargos que se le imputaban.

Fue agasajado por sus amigos en el restaurante “Flobet” de la ciudad de La Plata y allí, entre copas (quizás demasiadas), brindis y risotadas etílicas, Sarmiento tuvo duras y desagradables expresiones en contra de su acusador.

Enterado de ello, López, primero ratificó y amplió los contenidos de su denuncia en la prensa y luego hizo lo que se estilaba en aquella época: retó a duelo al coronel Sarmiento y nombró como padrinos para que lo representen a Francisco Beazley y al general Lucio Valentín Mansilla. El coronel Sarmiento acepta el lance y nombra como padrinos al contralmirante Daniel Soler y al general Francisco Bosch.

Efectuadas las primeras reuniones entre los cuatro representantes de los duelistas, llegaron a la conclusión de que no había lugar a duelo, pero parece ser que López insistía con vehemencia en que éste debía realizarse y no se sabe cómo, el caso es que se decidió realizar el lance y “a muerte”.

Sólo le restó a los padrinos establecer las armas y las reglas que acotarán este duelo y elegir el lugar de realización del mismo. Será en el Hipódromo Nacional, a pistola, a doce pasos, el fuego a la voz de mando y a muerte.

“El 28 de diciembre a la mañana los carruajes conduciendo a los protagonistas, familiares y algunos curiosos, se detuvieron cerca del Hipódromo Nacional (hoy Avenida Luis María Campos) y a las diez de la mañana, ya estaban todos en el escenario elegido para vivir este drama.

Ambos contendientes, sus padrinos, el director del lance, Luis Navarro y los médicos Decoud y Padilla. Los padrinos se unieron en un último intento de parar esa locura. Hubo murmullos, idas y venidas, cabezas gachas y una negativa por ambas partes. A las once y diez, los doctores Padilla y Decaud,  vestidos de negro, se miraban circunspectos.

El general Bosch medía los doce pasos reglamentarios. Mansilla y Soler revisaban las pistolas Arzón elegidas para esta circunstancia y Sarmiento y López se midieron a la distancia. Era la primera vez que se veían cara a cara.

Se escucharon los dos primeros disparos y los contrincantes quedaron ilesos. Ahí podría haber terminado todo. Pero el duelo era a muerte. Se volvieron a cargar las pistolas. Nuevamente la cuenta regresiva. R

esonaron los disparos y se vió a López caer tomándose el abdomen. Bañado en sangre, es sostenido por varios brazos que presurosos acudieron hacia él, mientras se le escuchó decir: “¡Esto que me ocurre es una injusticia!. ¡Una injusticia!.

Llevado a su domicilio, varios médicos trataron de salvar su vida, aunque todo fue en vano. La bala, antes de salir rozando la última costilla del lado izquierdo, en su tránsito había lesionado el hígado, perforado los intestinos e interesado el bazo.

Mientras los médicos libraban una dura lucha, para salvarle la vida,  muchos compatriotas llegaron hasta la casa para interesarse por el paciente. Entre ellos, Mitre, Roca, Aristóbulo del Valle, Pellegrini, Manuel Quintana y Dardo Rocha.

A las 11 de la noche, llegó O’ Gorman para administrarle la Extremaunción y a medianoche ya no se sentiría latir el pulso y el deceso se produjo en la primera hora del día 29, en el dormitorio de su casa de Callao 1852.

El sepelio de los restos de la ilustre víctima se realizó en la Recoleta, en el atardecer del sábado 29. Mientras con recatado dolor el viejo Vicente Fidel, lloraba al hijo perdido, el coronel Sarmiento y sus padrinos se presentaban ante el juez de Instrucción. El coronel Sarmiento fue sometido a juicio sumario con la intervención de un Juez llamado Navarro y un fiscal llamado Astigueta, y al término del juicio, se produjo un dictamen diciendo que:

Primero: El duelo verificado entre los señores doctor Lucio Vicente López y coronel Carlos Domingo Sarmiento, ha sido llevado a cabo sin la condición expresa de que debía efectuarse a muerte, lo que exime al procesado de las responsabilidades determinadas en el artículo 117 del código Penal, por cuanto para la aplicación del citado artículo, sería menester la condición expresa mencionada.

Segundo: Que por el contrario, de los términos del acta resulta que el propósito de los padrinos ha sido disminuir las probabilidades de un desenlace fatal , pues figura en el citado documento una cláusula clara y terminante que estatuye que solo se cambiarían dos balas entre los combatientes.

Tercero: Que el hecho de haber tenido el lance el resultado de que instruye el presente sumario, no da ni puede dar lugar a presumir que el propósito de los padrinos ha sido concertar un duelo a muerte.

Los inculpados se presentaron al Juez y en el término de cuatro horas quedaron todos en libertad, incluso el mismo coronel Sarmiento, quien, como ninguno de los que participaron en el duelo, sufrió sanción alguna.

Su vida siguió dentro del ejército donde siempre fue valorado como un eficaz artillero y topógrafo. En 1905 abandonó el servicio activo y tuvo participación en la política provincial.

Fue el jefe del Partido Popular y en 1907 encabezó una revolución en San Juan en la que derrocó al Gobernador Godoy y fue gobernador de esa provincia desde 1908 a 1911. Posteriormente se radicó en Zárate de donde fue intendente. Dejó de existir en esa ciudad a los 54 años en 1915.

Lucio Victorio Mansilla guardó, por años, la bala mortal que había recogido en el Hipódromo de Belgrano y los misterios que rodean a este duelo, siguen en las sombras, porque aún hoy se discute si fue López o Sarmiento el que retó a duelo al otro.

No se sabe porqué fue un duelo a muerte, cuando ya estaba decidido que fuera a primera sangre, ni porqué Lavalle y Pellegrini, que  fueron los primeros solicitados para representarlo a López como padrinos, se negaron a ello.

Se dice que fue López el que más insistía para que el duelo se realizase y se atribuye esta actitud a que con él, pretendía beneficiar sus aspiraciones políticas (quería ser gobernador de Buenos Aires), teoría desmentida por Miguel Cané y Carlos Pellegrini, cuando al despedir sus restos en el Cementerio de la Recoleta, el primero de ellos dice que López “rechazaba la exigencia social del duelo”, al que, según Carlos Pellegrini “consideraba un atavismo de barbarie”. Muchas dudas, como siempre, oscurecen nuevamente las páginas de nuestra Historia (ver Duelos y duelistas).

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