DRAGÓN, UN SÍMBOLO DE FIDELIDAD (00/01/1817)

Un perro llamado «Dragón» acompañó a San Martín y O’ Higgins, durante el cruce de la Cordillera de los Andes y en toda la campaña libertadora de Chile y Perú, actuando y mereciendo, el trato como si fuera un soldado más.

«Hasta en este desierto se ve el símbolo de la fidelidad». La frase le pertenece al general Bernardo O’Higgins. La pronuncia en plena cordillera de los Andes, de espaldas a Mendoza y de cara al Aconcagua y frente al desafío que tienen por delante, quienes acompañan al general José de San Martin en su epopeya libertadora.

Es enero de 1817. O’Higgins está en pleno desfiladero de los Patos, el elegido por San Martín para cruzar a Chile con el grueso de su ejército. En esa soledad, castigado por el cortante viento de la montaña y bajo la amenaza de una tormenta de granizo, O’Higgins tiene ante sí, lo que bien define como el símbolo de la fidelidad: un perro.

Se llama «Dragón» y es el compañero de los libertadores. Integrante, como se verá, del Regimiento Granaderos a Caballo, según lo cuenta el coronel Manuel A. Pueyrredón, contemporáneo de San Martin en sus «Memorias», editadas por Kraft en 1947.

«O ‘Higgins lo tiene a su lado, seguro de lengua afuera, con el hocico más frío que nunca, agitado por la falta de oxígeno, pero firme y atento. Dispuesto a todo. La escena en plena cordillera tiene un testigo (cuenta Pueyrredón). «Es el capitán Pedro de Noailles, quien, ante el interés del general, narró a O’Higgins por qué Dragón estaba allí y seguía al ejército:

«Un español, le dijo, «escapado de alguna escaramuza con los patriotas, se había escondido entre una pila de palos y hojarasca y allí estaba sin poder moverse porque Dragón lo tenía acorralado. Le mostraba los dientes y no lo dejaba salir mientras cada tanto aullaba, como pidiendo se le prestara atención».

«Así estuvo por largo tiempo hasta extrañado por esos aullidos, el sargento Pineda, guiado por ellos, llegó hasta el perro y lo encontró firme en su papel de carcelero, meneando la cola hasta que Pineda pudo aprehender al soldado español».

«Regresados al campamento, el prisionero, el sargento Pineda y el perro Dragón, O’ Higgins ordenó darle a Dragón ración de soldado, como la que le daban a todos los otros integrantes del Regimiento».

«Después, Dragón nunca más los abandonó. Los siguió durante todo el épico cruce de los Andes y durante toda la campaña por tierra chilena. Asistía a todas las formaciones, asegura Pueyrredón y acompañaba a las avanzadas. Tal vez, piensa uno, hasta se mezcló en algún entrevero y los garrones de alguna cabalgadura habrán sabido de su fiereza.

«Al seguir el ejército libertador su camino triunfal hacia Perú, en 1820, Dragón quedó en Santiago de Chile, incorporado al IV escuadrón de Granaderos y su rastro se pierde cuando marchó hacia el sur con la caballería.. Quizás allí encontró su destino», o quizás, su fin en la punta de alguna lanza enemiga.

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