COMBATE EN APULÉ (22/01/1883)

Durante la Campaña al Desierto emprendida durante el gobierno de JULIO ARGENTINO ROCA, el teniente coronel NICOLÁS H. PALACIOS vence en esta localidad al sur del río Limay, a los últimos caciques rebeldes de la Patagonia, Shaihueque e Inacayal, indiscutidos cacique de los Andes Patagónicos, quienes, luego de ese combate, se refugian en Neuquén, con los últimos 600 guerreros que restan de su otrora invencibles tropas.

El 22 de enero de 1833, el comandante NICOLÁS H. PALACIOS que al mando de la III Brigada operaba en inmediaciones del Lao Nahuel Huapi, persiguiendo  los caiques SAYHUEQUE y INACAYAL destacó como observador al capitán ADOLDO DRURY para que al mando de 15 soldados del 7º de caballería y 10 indios “amigos”, explorara el terreno y le informara acerca de cualquier movimiento o novedad que observase.

Marchaba DRURY reconociendo el camp, cuando al penetrar en el valle de Apulé, descubrió una gran cantidad de indígenas preparándose para marchar.

Era la tribu de SAY HUEQUE compuesta por 400 “indios de pelea” y 800 de “chusma” (familiares, ancianos y bagajes) y luego de enviar un mensajero para advertir de esta situación al comandante PALACIOS, cargó en medio de una gritería que esperaba sirviera para amedrentar a la indiada y logra separar a la “chusma” y a la hacienda del núcleo fuerte de esta tribu, tras lo cual se repliega para apoyarse contra la falda de un cerro cercano, en espera de los refuerzos que esperan lleguen a su llamado.

Repuesto SAYHUEQUE de este ataque tan sorpresivo como temerario, le ordena a uno de sus capitanejo atacar las posiciones de “los blancos”, para recuperar a su gente y al ganado que le habían llevado. Serán 400 indios contra 23 soldados y pronto, 14 de esos valientes de la patria quedan heridos y la indiada logra rescatar a su gente y al ganado, pero vuelve con renovados bríos para acabar con el “blancu”.

Una muchedumbre contra solo 23 hombres (14 de los cuales están heridos) libran un feroz combate, que ahora es a sable, “bola” y cuchillo” y cuando parece que todo está terminado para los valientes soldados de la patria, el capitán DRURY, aunque también él está herido, logra abatir de un sablazo  al capitanejo que se había entreverado  con la tropa buscándolo a él. Y lo increíble sucedió: la indiada se retiró llevando sus heridos y su ganado.

Pero la tregua fue corta. Enfurecidos por esto que los ofende y los avergüenza, vuelven a la carga. No comprenden como este puñado de hombres, pueden vencerlos. Y si las acciones que se desarrollaron hasta es momento fueron de inusitada violencia, la lucha se renueva con vigor y los actos de increíble valentía se repiten en cada sector del combate.

De a pie, aferrados a un árbol para o caer, estimulados por las voces de aliento de su capitán, conteniendo las sangre que les brotaba de mil heridas con un trapo sucio, los soldados de DRURY no se entregan ni se dejan matar, hasta que el Comandante PALACIOS, llega al valle y logra darle vuelta al destino del combate, poniendo en fuga a las diezmadas huestes de SHAIHUEQUE E INACAYAL (ver Las Campañas al Desierto).

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