CASAS FAMOSAS EN EL BUENOS AIRES DE ANTAÑO

Hubo en el Buenos Aires de antaño, una serie de casas y mansiones cuyas características edilicias y contenidos, expresaban ya, la inquietud de sus moradores, para dejar atrás la monotonía y la poca calidad que mostraba la ciudad desde su época colonial.

En el Buenos Aires colonial, salvo los edificios destinados a la administración pública, eran pocas las casas que se destacaban por la calidad de su construcción o la riqueza de su contenido.

Sólo después de iniciado el siglo XIX los porteños y españoles radicados en el Río de la Plata, comenzaron a mostrar por medio de sus domicilios, el nivel social que habían adquirido, hasta trayendo muchos de ellos, artesanos y obreros desde Europa, para competir con sus vecinos en el lujo y la calidad del diseño de sus propiedades.

Fueron famosas en esa época y no precisamente por ser exponentes de un frívolo lujo, sino por ser sede de importantes y destacadas actividades sociales, culturales y benéficas, algunas casas que quedaron en nuestra historia, precisamente por haber albergado, parte de la misma.

La casa de MARIQUITA SÁNCHEZ DE THOMPSON Y MENDEVILLE
Estaba ubicada en la calle Unquera, más conocida por todos como “del Empedrado” o “del Correo” (actualmente Florida al 200) y allí se celebraban las famosas tertulias donde se congregaban las familias más espectables de la ciudad. Acogió a las personalidades de su época, atraídas por la hospitalidad graciosa y espiritual de la dueña. Los problemas más delicados eran debatidos allí, lo mismo que los temas literarios. En ese célebre salón se cantó por primera vez la «Marcha Patriótica», actual Himno Nacional Argentino el 14 de mayo de 1813.

La casa de la virreina
Edificio existente en la actualidad en la esquina noroeste de Perú y Belgrano, con entrada por la primera de esas calles, a mitad de cuadra de la conocida como ”la «Manzana de las luces”». Fue reconstruído después del Centenario, en el solar que ocupaba la antigüa “Casa de la Virreina», donde en 1807 se libraron encarnizados combates con los invasores ingleses. Ocupado el lugar por las fuerzas del teniente coronel CADOGAN, durante los episodios ocurridos en 1807, fue escenario de encarnizados encuentros con los patriotas decididos a recuperarlo, objetivo que se cumplió, quedando como muestra de la violencia de esos encuentros, los cadáveres de 30 soldados ingleses, tendidos en la terraza del edificio, según la dramática descripción de MARTÍN RODRÍGUEZ, protagonista del ataque, que dirá después, «por los caños corría la sangre». La pintora LÉONIE MATTHIS, trasladó al lienzo escenas que muestran escenas de esta lucha en circunstancias tan dramáticas para los porteños. La construcción data de mediados del siglo XVII y después de haber funcionado en ella «Monte de piedad», a principios de este siglo se había convertido en un «Conventillo», donde se establecieron, además, comercios de todo tipo: pesas y medidas, zapatería, taller de costura y planchado.

La casa del virrey DEL PINO
Esta propiedad- estaba situada en la que actualmente es la esquina de Perú y Belgrano-perteneció al 9º virrey del Río de la Plata , Joaquín del Pino Rosas Romero y Negrete. Después de su muerte siguió habitando en ella su viuda , doña Rafaela de la Vera y Mujica, y de esa circunstancia provino su nombre de «Casa de Virreina» o «Casa de la Virreina vieja». Bernardino Rivadavia también residió en ella, después de su matrimonio con la hija del virrey del Pino. En su interior, la casa ostentaba lujosos tapices, alfombras de Persia, colgaduras de Damasco, sillas y sillones de ébano. También vivió allí el monseñor Mariano Medrano, obispo de Buenos Aires desde 1832, y por esa razón también fue conocida en esa época como » la casa del Obispo».

La casa de los Riglós
Frente a la Plaza de la Victoria donde se hallaban los “altos” del Cabildo, el cuartel de la Policía, la casa Urioste, y la propiedad de la familia de Juan Crisol, en la esquina de Bolívar y la actual Hipólito Yrigoyen, se hallaba «la casa de los Riglós», propiedad de un acaudalado vecino de Buenos Aires, llamado Miguel Riglós, cuyo domicilio fue uno de los más emblemáticos en los albores de nuestra Independencia.

Tenía una fachada sencilla, pero en su interior se apreciaban lujosos muebles, cortinados, cuadros y otros detalles de buen gusto, como vajilla de porcelana importada, cubiertos de oro y de plata, así los banquetes que se llevaban a cabo en el amplio comedor atraían a la más encumbrada sociedad porteña.

Además del espíritu festivo del matrimonio integrado por don Miguel de Riglos y doña Dolores Villanueva, la ubicación de su domicilio lo convertía en un «palco ideal» y privilegiado para contemplar los sucesos derivados de las celebraciones religiosas y festividades patrióticas, ya que se hallaba a pocos metros de la Catedral.

Era lógico que en esas reuniones se formalizaran compromisos sentimentales, como ocurrió con el del general Lucio Mansilla y doña Agustina Ortiz de Rozas (hermana menor de Juan Manuel) quienes contrajeron enlace el 2 de abril de 1831. Ella tenía 15 años y el héroe del combate de la Vuelta de Obligado, 41.

El primogénito del matrimonio fue el célebre Lucio Victorio Mansilla, quien nació el 23 de diciembre del mismo año. No sucedía nada trascendente en Buenos Aires que no repercutiera en el «balcón de los Riglos» y tres generaciones pudieron gozar de ese desfile de acontecimientos históricos hasta que a comienzos del año 1913, en que se trazó el futuro recorrido de la Diagonal Norte, el histórico edificio debió ceder a las exigencias de la piqueta. Lamentablemente esa propiedad se hallaba impregnada por hechos vitales de nuestra historia.

Los “Altos de Riglós”. Ocupaba el terreno donde desde 1810, se encontraba una casa construida para Pedro Duval, un traficante de negros. Perteneció luego al general SAN MARTÍN y éste finalmente, en 1825,  se la vendió en 1825 a Miguel de Riglós.

Construida en 1807, por un traficante de esclavos llamado PEDRO DUVAL, fue adquirida años después por el Congreso General Constituyente para ser obsequiada al general don José de San Martín en mérito a las victorias logradas y a los servicios prestados a la patria.

Quiere decir, que perteneció al Padre de la Patria, pero cuando éste juzgó indispensable retirarse del país, su hermano político, don Manuel Escalada, en 1825, vendió el inmueble que entonces adquirió don Miguel Riglos, como ya se ha dicho. En 1913 la casa fue demolida para realizar el ensanche de la avenida Diagonal Norte y la remodelación del Palacio Municipal y el yerno de Riglos, el doctor José María Achával, compró el «histórico balcón», instalándolo en su propiedad de la avenida Callao y Las Heras, pero tampoco existe más dicha finca. Y así se perdió otro testigo de nuestra historia.

La casa de San Martín en Mendoza (1818)
El general SAN MARTÍN adquirió un solar en la Alameda, de la ciudad de Mendoza. Muchos años después, dicho predio fue expropiado mediante una ley para que se levantase allí el edificio del «Museo General San Martín».

El mismo tuvo su iniciación en el año 1913, poco antes de cumplirse una centuria de la actuación en Mendoza del general San Martín. Tras ardua labor de investigación y autenticar las históricas piezas que se recibieron en donación, el Museo se inauguró en 1917, al conmemorarse el centenario de la partida del Ejército de los Andes.

Una ley nacional, en el año 1936, declaró al sitio lugar histórico. En 1948 otra ley dispuso la expropiación y, posteriormente, se construyó el moderno edificio en el cual se ha instalado la Biblioteca Pública «Generas San Martín», el Archivo Histórico y el Museo Sanmartiniano.

La casa de Rosas en Palermo
En 1838 Rosas adquirió varios terrenos en la zona del actual barrio de Palermo, y levantó su residencia de verano en el cruce de las actualmente avenidas Libertador y Sarmiento, en invierno vivía en la casa de la casa de la ciudad.

Entre los terrenos adquiridos había uno con una pequeña capilla bajo la advocación de San Benito, por lo que Rosas dio a su nueva propiedad el nombre de Palermo de San Benito. Los terrenos eran bañados, que hubo que sanear, y los montones naturales de sauces, ceibos, talas y espinillos fueron incrementados con grandes plantaciones de durazno y naranjos.

Dos años empleó Rosas en construir su residencia, cuyo planos fueron trazados por Felipe Senillosa, ingeniero español (1790-1858) que había construido los templos de San José de Flores, Chascomús y Guardia de Luján y el paseo de la Alameda en 1844-1847.

La casona fue construida por el italiano José Santos Sartorios, quien llegó a Buenos Aires en 1826 junto con el astrónomo Mossotti, y el gran arquitecto Carlos Zucchi Sartorio construyó también el Teatro de Victoria, inaugurado el 25 de mayo de 1838, y al iglesia de Balvanera.

La casa era baja, con corredores de arquerías a ambos costados. Rosas ocupaba las habitaciones que daban al río, y Manuelita las dos del oeste del edificio. En las galerías, bajo las arcadas había sillones para los visitantes. El salón- comedor, sobre una galería lateral, tenia una larga mesa para más de veinte personas.

El francés Xavier Marmier, que visitó la residencia en 1850, dice » que esta media lengua de Buenos Aires y hay excelentes camino para llegar a ella, apasionado como un sendero de parque inglés y alumbrado por la noche con dos líneas reverberos, como una avenida de los Campos Elíseos».

El caserón de Rosas
Hay ciudades en el mundo que, indiferentes a veces para los propios habitantes del país al que pertenecen, tienen para extraños, elementos que las identifican. Así, para los argentinos poseen significados Boulogne-Sur-Mer o Grand Bourg, quizás como también, Toulouse o Medellín, evocados por razones históricas o afectivas..

Una vez, el cuidador del viejo cementerio de Southampton nos preguntó, al grupo que lo recorríamos, qué pasaba con ese «tipo» que «habitaba» ese lugar (se refería a JUAN MANUEL DE ROSAS). Dos veces se lo habían hecho preparar para llevárselo y otras tantas había tenido que enterrarlo..

Estos movimientos inconexos a los cuales somos todavía propensos los aquí nacidos, se manifiestan también en nuestro acervo arquitectónico. Así, probablemente volvamos a construir el viejo caserón de Rosas en Palermo y con el tiempo volvamos a tirarlo, hasta que alguien vuelva a tropezar con su primitiva traza.

En Virrey del Pino, partido de La Matanza, a esca­sos 25 km de la Capital, se levantó desde el siglo XVII el casco de una estancia que, a pesar de nuestros movimientos a los que hago referencia, sigue en pie. Comprada en 1822 por la firma Rosas, Terrero y Cía. pasa a pertenecer a JUAN MANUEL DE ROSAS cuando éste asume el gobierno.

Ampliada y arbolada por él, es declarada Monumento Histórico Nacional en 1942. En 1970, la Municipalidad compra el casco más una hectárea lindera y crea a mediados de 1972,  el “Museo Histórico del Partldo de La Matanza”.Hoy, con la mampostería y las aberturas prácticamente completas, varias habitaciones carecen de solado y sus cubiertas lastimadas dejan que las inclemencias del tiempo se lleven la decoración, que aún se observa en las paredes. Impedido el acceso por razones de seguridad a la planta alta, el único lugar “activo”, ha sido en estos años la capilla, donde solía celebrarse misa los domingos.

No obstante este deterioro manifiesto, a los costados de la casona aparecen desde baños públicos, con techo “cala” (a escala de los museos del Smithsonian Institute), hasta un semihuevo de contorno irregular, que con una imagen en su interior oficia de gruta.

En 1986, la intendencia comenzó a construir un edificio de notables proporciones, sin preocuparse de entorno, escala y otras historias aprendidas, como tampoco al parecer de usuarios, destino, costos y lo más importante, prioridades (la restauración del viejo casco).

Esos movimientos de trayectoria errática que menciono seguirán ocurriendo en la búsqueda de nuestra ansiada identidad. Cuando la encontremos sabremos qué hacer, si desenterrar o dejar definitivamente las cosas como están (Arq. Alejandro Lonetti).

La casa de don Francisco del Sur
Estaba en la calle San Martín. contigüa al Banco de la Provincia de Buenos Aires.

La casa de los MARCÓ DEL PONT
En 1860 ANTONINO MARCÓ DEL PONT junto a sus hermanas MARÍA  y CREGORIA compraron una propiedad ubicada en la calle Artigas 206,  frente al ferrocarril, que será usada por la familia como lugar de descanso.

En esos tiempos de gloria fue visitada con frecuencia por el Presidente  BARTOLOMÉ MITRE y era común ver también en sus salones compartiendo amables tertulias a .JOSÉ MARCÓ DEL PONT (hijo de Antonino), notable numismático, historiador y filatélico con ÁNGEL CARRANZA, ENRIQUE PEÑA, ALEJANDRO ROSA, todos ellos integrantes de la “Junta Numismática Americana” (institución antecesora de la actual “Academia Nacional de Historia) con otras personalidades de la época. Durante la revolución de 1880, la casona funcionó temporariamente como Hospital de sangre.

Existen divergencias sobre la fecha de construcción de la Casa de Marcó del Pont. Algunos la datan en 1871, año en que habría sido habitada por sus dueños, precisamente cuando Buenos Aires era castigada por la fiebre amarilla.

Otros, sin embargo, opinan que fue construída antes de la inaugura­ción del Ferrocarril del Oeste en 1857, pues de otro modo no justifican su proximidad a las vías. Lo más probable, y así lo dejan entrever algunas particularidades de la construcción, advertidas durante su restauración, que la casa haya sido levantada sobre otra obra ya existente.

De todas formas, lo cierto es que a partir de 1860, la propiedad pasó a ser la residencia de la familia de  ANTONINO MARCÓ DEL PONT, descendiente de una antigua familia, cuyo patriarca llevaba ese mismo nombre.

Pero, ¿quiénes eran los Marcó del Pont?Los Mareó del Pont eran una antigua familia catalana que llegó a Buenos Aires a fines del siglo XVIII (quizás en 1785)  y que venían con una larga experiencia en la actividad comercial ya que se ocupaban de la exportación e importación entre América y Europa. Ya instalados en Buenos Aires, uno de los miembros de esa familia, AGUSTÍN, participó activamente y con honores en las guerras de la Independencia, llegando al grado de coronel.

Otro de los MARCÓ DEL PONT, llamado VENTURA MIGUEL, continuando con la tradición familiar, en 1840 fundó una firma que llevaba su nombre y se dedicó a la importación de maquinaria,  animales, de raza, materiales para la construcción , paños y vinos y a la exportación de cueros, para lo que adquirió una barraca por el Parque Lezama.

Fue Regidor del Cabildo y participó valientemente durante las invasiones inglesas, llegando a tomar un estandarte de los invasores (que aún conservaba todavía el último Marcó del Pont fallecido en 1970). VENTURA MIGUEL, por sus negocios  viajaba a España  con frecuencia y en 1846 murió en una ciudad de Andalucía. Fue padre de seis hijos, de los cuales interesa particularmente: ANTONINO II.

ANTONINO MARCÓ DEL PONT (hijo), continuó al frente de la empresa que había fundado su padre y además de dedicarse a los negocios, tuvo una activa participación en diversas áreas: Fue un fuerte accionista del Ferrocarril Central Argentino y de la Sociedad “Caminos de Caiman v Flores”. También ocupó cargos públicos, siendo el primer Presidente de la “Lotería Nacional” y  Director del “Banco Argentino”.

Se casó con FELICIANA REYNA y tuvo nueve hijos, entre los cuales se destacaron VENTURA MIGUEL destacado pintor paisajista, JOSÉ, historiador, numismático y filatelista y AUGUSTO, abogado e integrante de la Comisión redactora del Código Civil Argentino

En 1929, su último morador, JOSÉ ANTONINO MARCÓ DEL PONT, se la vendió al Ferrocarril del Oeste para la frustrada traza de su cuarta vía y a partir de entonces total de una reliquia de nuestra historia., el abandono  total de estar reliquia arquitectónica..

Aunque lejos de toda suntuosidad, la casona tiene valores suficientes como para considerarla un exponente de las viviendas rurales de los alrededores de Buenos Aires,  representativa de la arquitectura típicamente italiana. Es la única que ha sobrevivido casi intacta hasta nuestros días, en el barrio de Flores y se ha conservado como testimonio de las señoriales casas que durante el siglo XIX identificaron a ese barrio.

En 1976, la “Junta de Estudios Históricos de San José de Flores”, luego de arduas gestiones, logró que la “Comisión de Museos, Monumentos y Lugares Históricos” de la Municipalidad de Buenos Aires, mediante Decreto 1388/76, declarara “Monumento Histórico Nacional” a esta casa. Sin embargo, el olvido y el abandono continuaron.

Más adelante, la casa fue ocupada ilegalmente y sufrió el saqueo de marcos, ventanas y rejas. Hasta un hermoso aljibe que aún quedaba en pie en su patio interior, fue impunemente desmantelado y robado. Día a día la casa se iba deteriorando más y más, hasta que pareció que ya se derrumbaba y que su recuperación sería imposible.

Pero la movilización de los vecinos e instituciones del barrio de  Flores,  hizo el milagro. Se logró desalojar a los intrusos y se la restauró totalmente. Hoy se la puede ver de pie y en sus salones, todavía, quizás se puedan escuchar las risas y quizás las notas de un piano, tocado por una de las MARCÓ DEL PONT (ver Edificios memorables de Buenos Aires que ya no están).

Esta nota fue escrita, recomponiendo fragmentos de un trabajo del señor Ángel Prignano, que nos llegara muy deteriorados.

2 Comentarios

  1. Irma

    Me gustaría que investiguen la casa de Alejandro Rosa en el Barrio de Flores sería bueno restaurar la como la de Marcó del Pont ya que es de la misma época está usurpado y tiene el mismo valor histórico muchas gracias felicidades

    Responder
  2. Irma

    Me gustaría que investiguen la casa de Alejandro Rosa en el Barrio de Flores sería bueno restaurar la como la de Marcó del Pont ya que es de la misma época está usurpado y tiene el mismo valor histórico muchas gracias felicidades

    Responder

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *