EL ASESINATO DE JUAN FACUNDO QUIROGA (16/02/1835)

El 16 de febrero de 1835, una partida de sicarios al mando de SANTOS PÉREZ, embosca a FACUNDO QUIROGA y lo asesina al llegar a Barranca Yaco, en la provincia de Córdoba.

A fines del año 1834 el caudillo riojano JUAN FACUNDO QUIROGA aceptó la misión que por sugerencia de JUAN MANUEL DE ROSAS, le confirió el doctor MANUEL VICENTE MAZA, de zanjar las desavenencias entre los gobernadores de Salta y Tucumán, el general PABLO DE LA TORRE y el coronel ALEJANDRO HEREDIA respectivamente, pero, en medio de esta gestión, el general DE LA TORRE fue asesinado.

QUIROGA dispone entonces el inmediato regreso hacia Córdoba y acompañado por su Secretario, el doctor JOSÉ SANTOS ORTIZ, quien le había advertido del serio peligro que corría su vida transitando por esos caminos hostiles llenos de partidas adversarias, emprende en su “galera” una marcha forzada.

“No ha nacido el hombre que ha de matar a Facundo Quiroga”, le dice, agregando “—, a un grito mío cualquier partida que encontremos se pondrá a mis órdenes y me servirá de escolta hasta Córdoba”. Valiente y soberbio, seguro de su prestigio, rehusó la escolta que le había ofrecido FELIPE IBARRA, gobernador de Santiago del Estero antes de partir.

La galera de QUIROGA, arrastrada por caballos elegidos, rodaba rápidamente por la carretera abierta entre los montes resecos por el sol. QUIROGA dormitaba y ORTIZ, inquieto, observaba en silencio los recodos del camino.

En la calurosa mañana del 16 de febrero del año 1835, la galera abandonó la “Posta de Ojo de Agua” y ya se acercaba al lugar llamado “Barranca Yaco”, o sea, “Barranco de la Aguada”, lugar solitario y sombrío, donde la planicie se abre en una ancha hondonada, 60 kilómetros al norte de la ciudad de Córdoba

Mientras la galera de QUIROGA se acercaba, el capitán de milicias cordobesas JOSÉ SANTOS PÉREZ, apostado por orden del Jefe de la partida, el Teniente FLORES, oculto tras un monte de espinillos, estaba alerta, esperando la señal de uno de los de la partida que comandaba, que había adelantado como observador. De pronto se escuchó el tropel de los caballos y a la distancia, entre el polvo del camino se divisó la galera en que viajaba QUIROGA.

SANTOS PÉREZ, firme y decidido se adelantó y ordenó: “Haga alto esa galera”. Y entre el monte se perdió el eco de una descarga. “El Tigre de los Llanos”, más valiente ante el peligro, asomó la cabeza: “¿Qué significa esto? —exclamó—, no maten a un general”. Y aunque hizo fuego con su pistola, SANTOS PÉREZ le atravesó un ojo de un pistoletazo.

Se apeó del caballo, trepó a la galera y atravesó a Ortiz con su espada. Decididos a hacer pasar el ataque como obra de salteadores comunes, para lo que era necesario no dejar testigos arrastraron al monte y pasaron a cuchillo a los postillones de la galera, al sargento FLORES y a un muchachito de 12 años que los acompañaba. Sólo se salvaron un correo de apellido MARIN y el ordenanza del doctor ORTIZ, que lograron escapar.

Al oscurecer, la partida —después del saqueo— abandonó el lugar y ya entrada la noche la lluvia borró los últimos rastros. Todo había ocurrido a las 11 de la mañana de ese 16 de febrero de 1835 y se dice que el propio SANTOS PÉREZ le informó a REYNAFÉ el resultado de la misión encomendada.

Recién el 1º de marzo la noticia de lo sucedido llegó a Buenos Aires. Habiendo logrado huir, el correo apellidado MARÍN dio cuenta al juez pedáneo de la posta de Sinsacate, PEDRO LUIS FIGUEROA de lo que aterrado había visto en Barranca Yaco, aquella calurosa mañana.

El magistrado, de inmediato se puso en marcha con una carretilla y gente armada y llegaron al sitio del drama al atardecer. Allí vieron el cadáver desnudo de Quiroga, con un ojo hundido por una bala, un culatazo en la sien y una herida en la garganta. Encontraron otros cadáveres, pero no así el de JOSÉ SANTOS ORTIZ y el juez FIGUEROA comunicó aquella misma noche la noticia al Gobernador de Córdoba, coronel JOSÉ VICENTE REYNAFÉ.

El asesinato de QUIROGA causó conmoción y sospechas en las provincias del norte y el oeste, territorios que dominaba el caudillo riojano y se barajaron los nombres de los posibles instigadores y entre ellos el de los hermanos REINAFÉ y el del mismísimo gobernador ROSAS.

Durante los meses siguientes, JOSÉ VICENTE REINAFÉ, gobernador de Córdoba, quizás queriendo alejar las sospechas que había sobre él, lanzó acusaciones sobre otros dirigentes del interior, le echó la culpa al caudillo santiagueño JUAN FELIPE IBARRA y hasta dirigió una supuesta investigación, encargando al mismo SANTOS PÉREZ para que detuviera a los ejecutores del crimen pero un sobreviviente de la masacre denunció que el autor era Pérez.

Pero los rumores y las declaraciones (mantenidas en secreto) de los sibrevivientes y veladas acusaciones, cayeron finalmente sobre los REYNAFÉ, cuatro hermanos que controlaban la provincia de Córdoba y que tenían motivos para acabar con Quiroga porque competía con su poder.

JOSÉ VICENTE REINAFÉ debió renunciar a su aspiración a ser reelegido e hizo elegir en su lugar a uno de sus más cercanos colaboradores, PEDRO NOLASCO RODRÍGUEZ, quien ordenó realizar un juicio, que sospechosamente rápido, declaró inocentes a los hermanos REINAFÉ.

Pero JUAN MANUEL DE ROSAS, aprovechó el cargo sobre el asesinato de QUIROGA que se le hacía a su enemigo político y ordenó que se remitiera a los cuatro hermanos a Buenos Aires. para ser juzgados nuevamente.

Como el gobierno de la provincia de Córdoba se demoraba en cumplir con la orden, ROSAS, apoyado por ESTANISLAO LÓPEZ, que necesitaba despejar todas las dudas que había acerca de su participación en el hecho, bloquea el acceso a la provincia de Córdoba de todo tipo de suministros y comunicaciones, lo que obliga a que RODRÍGUEZ, obligado a desistir de su intento de proteger a los REINAFÉ, los arreste y los envíe a Buenos Aires.

Los REINAFÉ fueron entonces sometidos a un nuevo juicio en Buenos Aires y aquí se los declaró culpables y se los condenó a muerte.

El 25 de octubre de 1837, los hermanos JOSÉ VICENTE y GUILLERMO REYNAFÉ fueron fusilados junto con SANTOS PÉREZ, jefe de la partida que cometió el crimen y tres de los soldados que tomaron parte (Acotemos que JOSÉ ANTONIO había muerto poco antes en la cárcel).

Después, los cuerpos de los tres principales acusados fueron colgados y exhibidos en la Plaza de Mayo, durante seis horas. Con este siniestro espectáculo se daban fin a la tragedia que había tenido lugar en Barranca Yaco, el 16 de febrero de 1835.

Revista La Ciudad | El 25 de octubre de 1837 fueron ejecutados los asesinos de Facundo Quiroga

El 25 de octubre de 1837, los hermanos JOSÉ VICENTE y GUILLERMO REYNAFÉ fueron fusilados junto con SANTOS PÉREZ, jefe de la partida que cometió el crimen y tres de los soldados que tomaron parte (Acotemos que JOSÉ ANTONIO había muerto poco antes en la cárcel).  Después, los cuerpos de los tres principales acusados fueron colgados y exhibidos en la Plaza de Mayo, durante seis horas. Con este siniestro espectáculo se daban fin a la tragedia que había tenido lugar en Barranca Yaco, el 16 de febrero de 1835.

Quién ordenó matar a Facundo Quiroga?
Cuando en Buenos Aires se supo del asesinato de QUIROGA, como en una novela policial, se barajaron los nombres de los posibles instigadores pero nunca quedó claro y seguramente jamás se sabrá nada. Quién ordenó la muerte de QUIROGA es un interrogante que la Historia Argentina todavía mantiene abierto a pesar de que el ejecutor material del asesinato y los “probables” instigadores, fueron juzgados y ajusticiados el 25 de octubre de 1827.

Quiroga había llegado a Buenos Aires a fines de 1833, ya con una bien cimentada fama de hombre de acción y de palabra. Nacido el 27 de noviembre de 1778 en San Antonio, provincia de La Rioja, en 1817 fue nombrado jefe de las milicias de La Rioja con el grado de capitán, y así participó en las luchas por la independencia organizando milicias regionales, persiguiendo desertores y requisando o reuniendo ganado cimarrón que luego enviaba al Ejército del Norte y al Ejército de los Andes, ejército este último, que lo contó entre sus filas participando en la liberación de Copiapó, de manos de los realistas.

Una vida intensamente vivida y una serie de hechos que hablan de su coraje y su compromiso con la causa de la libertad, lo cubrió de fama y así como los artiguistas RAMÍREZ y LÓPEZ controlaban el litoral bajo ideales federales, en 1828, el riojano FACUNDO QUIROGA ya controlaba 1as provincias norteñas, desde Catamarca hasta Mendoza (ver “Facundo Quiroga comienza a ser leyenda”).

En 1828, tras vencer en un duelo a MIGUEL DÁVILA en la batalla de “El Puesto”, accedió provisionalmente al gobierno de su provincia, pero a los pocos meses renunció, aunque manteniéndose como como caudillo indiscutido de los riojanos y después de la ejecución de MANUEL DORREGO, se unió con otros caudillos bajo la fírme determinación de establecer el federalismo y destruír las fuerzas unitarias comandadas por JUAN GALO DE LAVALLE, ahora gobernador de Buenos Aires.

Cuando llegó a Buenos Aires, atraído por la vida urbana, fue bien recibido por la culta sociedad porteña de la época, donde era agasajado y reconocido como la figura más destacada del federalismo, en el interior del país, por lo que pronto además de cultivar amistades, por sus ideas y su carácter, se hizo de enemigos poderosos.

Descartando ese débil argumento de que quizás haya sido ESTANISLAO LÓPEZ, enemistado con QUIROGA, luego de lo acontecido con el caballo “Moro”(1), finalmente quedaron bajo sospecha solamente dos personajes de la época, que podrían haber tenido razones valederas para ordenar el crimen.

Una, que fueron los hermanos REINAFÉ, teoría mayoritariamente sostenida por los contemporáneos del hecho. Los Reynafé, eran cuatro hermanos que controlaban la provincia de Córdoba y tenían sobrados motivos para acabar con QUIROGA porque competía con su poder.

Ya antes habían intentado atacarlo para favorecer a ESTANISLAO LÓPEZ y en 1833, uno de los hermanos REINAFÉ, GUILLERMO REYNAFÉ había derrotado a FACUNDO QUIROGA cuando éste, invadió la provincia de Córdoba, entrando y dominando la ciudad de Río Cuarto, intentando sublevar a la provincia para derrocar a su hermano JOSÉ VICENTE.

El otro sospechado de haber ordenado la muerte de QUIROGA, fue JUAN MANUEL DE ROSAS. Sus opositores lo acusaron de estar detrás del homicidio. Quizás para vengarse de algún agravio pasado, cosa que no era muy rara en aquellos años de violencia o quizás para favorecer a ESTANISLAO LÓPEZ; quitando del medio a un serio competidor como caudillo federal.

El hecho de que a partir de entonces, ROSAS, rápidamente se consolidó como el único líder del Partido Federal, pasando a controlar la política en gran parte de las provincias argentinas, otorga mayor credibilidad a esta teoría.

Hoy, en Barranca Yaco, una sencilla inscripción recuerda que allí cayeron JUAN FACUNDO QUIROGA, su Secretario el doctor JOSÉ SANTOS ORTIZ y con ellos, también, la dinastía de los Reinafé. Con Barranca Yaco se abrió un capítulo luctuoso en nuestra historia.

Dividido el país entre unitarios y federales, la voluntad de los hombres no concilió jamás ambas ideas y resultó imposible contener el desenvolvimiento fatal de los sucesos, ni extinguir en un día las pasiones encendidas. La historia posterior lo demostró y los vientos sembrados dieron su cosecha de tempestades (ver «Rosas y el asesinato de Facundo Quiroga»)..

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